La involución que está sufriendo el equipo Williams empieza a ser épica. Montmeló, circuito de pruebas de pretemporada, lugar donde probar cómo de bien, o de mal, se están haciendo las cosas, escenario por antonomasia en el que remarcar los avances o retrocesos que sufre un vehículo, ha venido a significar para la escudería de Grove enfrentarse a la cruda realidad: Felipe Massa en la decimotercera posición al término del Gran Premio de España, Lance Stroll en la decimosexta y última, ambos con dos vueltas perdidas.

Si estuviésemos hablando de otro equipo seguramente cabría cualquier tipo de paño tibio —todos los integrantes de la parrilla sufren momentos puntuales a lo largo y ancho de la campaña en que se palpan sus flaquezas con mayor nitidez—, pero no es el caso, al menos no me lo parece.

Williams empezó el año firmando unas prometedoras pruebas en febrero. El FW40 parecía entonces un coche inteligente, bien resuelto. Daba la sensación de que el problema que había supuesto la salida de Valtteri Bottas con dirección a Brackley iba a terminar en tablas.

Lawrence Stroll, padre de Lance, había inyectado unas generosas cantidades de dinero durante 2016 que se prometía que asomarían las orejas en 2017. Pat Symonds, cuando anunció que se retiraba, se mostraba orgulloso del monoplaza para este año. Desembarcaba Paddy Lowe y las propias negociaciones acerca de la cesión de Bottas aseguraban a Grove unas unidades de potencia Mercedes-Benz inferiores a las que utiliza Mercedes AMG pero bastante mejores que las que usa Force India en sus coches…

No es un tema económico. Los mimbres para hacer un buen cesto han estado ahí desde que la británica decidió abandonar el proyecto FW38 para centrarse en el FW40 en primavera de la temporada pasada. Incluso Martini sigue ahí como patrocinador principal.

Y lo cierto es que los problemas comenzaron a replicarse en cascada desde el momento mismo en que Martini Global planteaba su necesidad de contar con al menos un piloto con edad superior a 27 años y a inclinarse por rescatar a Felipe Massa porque Brasil es uno de sus mejores mercados.

Sí, Massa se había retirado, aunque por imperativos de la mercadotecnia iba a ser rescatado gracias a una oferta que el paulista no podía, no quería, ni iba a rechazar… Una idea, sin duda, que apunta al germen de todo lo que está sucediendo.

Y es que con un vehículo como el FW40, armado con una de las unidades de potencia más asombrosas y fiables de la parrilla, hay que ser muy malo o muy inútil para dejar que Williams se vaya amustiando carrera a carrera.

Y si en el caso de Stroll es hasta cierto punto comprensible —papá paga y todos callan o miran para otro lado, incluso la prensa internacional—, en el de Felipe no hay por dónde coger el asunto porque el paulista es un tipo experimentado que ha conducido para Ferrari y en 2008 estuvo a un punto de proclamarse Campeón del Mundo con la italiana.

Incluso las mejores herramientas necesitan de desarrollo en Fórmula 1. En este sentido, lo que está fallando ahora mismo en la de Grove es la pareja de pilotos, inadecuada a todas luces. Y lo que delató el Gran Premio de España celebrado ayer, no es otra cosa que no se puede caer más bajo y que resulta imprescindible corregir hacia dónde va el equipo. Stroll no lo va a hacer, por razones obvias, pero a Massa alguien debería recordarle que además de como hombre anuncio, lleva un volante en un Williams durante el cuadragésimo aniversario de la escudería en Fórmula 1, para echársela a la espalda y pelear cada palmo de asfalto, y cada punto, como si fuese lo último que tuviese que hacer en esta vida.

Os leo.

 

Imagen: Williams F1