La irrupción de Charles Leclerc y su casi inmediato encumbramiento como salvador de La Scuderia, son de esas cosas que, por naturales y comprensibles, así y todo no dejan de ofrecer numerosas sombras.

Haber firmado dos carreras con notable alto, una de ellas, Bahrein, en la que la victoria se le escapó de las manos por imponderables técnicos, no evita que haya que cogerlo todo con bastante cautela, ya que ha coincidido con un Sebastian Vettel muy alejado de su mejor forma y una Ferrari que tampoco se ha mostrado al 100% de eficiencia ni en Albert Park ni en Sakhir.

No se trata de bajar los ánimos sino, más bien, de atemperarlos mientras ajustamos la lente con la que observamos los primeros kilómetros del monegasco vestido de rosso. Charles lo ha hecho estupendamente hasta estos instantes, esto es indudable, seguramente muy por encima de las expectativas que había provocado su paso de Alfa Romeo-Sauber a la de Il Cavallino, pero ello no es óbice para que olvidemos que quedan diecinueve carreras por delante y resulta muy complicado comprar que Maranello no sepa responder, más pronto que tarde, a las numerosas incógnitas que tiene ahora mismo desplegadas sobre la mesa.

Lo dicho al respecto de Ferrari también vale para Vettel. En este inicio de temporada el alemán ha distado mucho de ofrecer su mejor versión. Por hache o por be, se ha visto envuelto en problemas derivados de estrategias incorrectas, o lisas y llanas incomodidades, que lo han llevado a cometer errores inexcusables, pero aquí también conviene tomarlo todo con mucha reserva, fundamentalmente porque Sebastian es el primer interesado en resolver cuanto antes su situación y, quizás lo más relevante: porque tiene auténtica necesidad de no dejarse mear por un novato, y disculpadme la expresión.

Así las cosas, leer a Leclerc en plano supone a mi modo de ver un error considerable. La italiana precisa de una reacción rápida que es posible que se deje ver desde la próxima cita del calendario, el Gran Premio de China que se celebrará este mismo fin de semana, y el único camino que tiene es fortaleciendo el SF90 y conjugando la calidad y habilidades de sus dos pilotos. Obviamente este es tema de Mattia Binotto como máximo responsable, pero tampoco podemos cerrarnos a la idea de que tanto Vettel como Leclerc tengan algo (o mucho) que decir y hayan puesto ya sus respectivos granitos de arena.

No quiero pecar de iluso, pero albergo la sensación de que en una carrera, dos a lo sumo, se habrá disipado el raro panorama que rodea en la actualidad a Maranello, y que será entonces mucho más sencillo valorar qué papel juega la estrella, porque a fin y a cuentas, a él, a Charles, le sobra el tiempo que se le puede estar escapando por entre los dedos a Sebastian, y esto tampoco podemos perderlo de vista.

La Scuderia tiene la obligación de salvarse a sí misma y para lograrlo moverá las fichas que considere necesario. Es obvio que la italiana no puede permitirse el lujo de seguir perdiendo tiempo y puntos, so pena en caso contrario, de arriesgarse a ver pasar desde el andén el tren que la permitiría doblegar a Brackley. El monoplaza de este año da la sensación de estar a la altura de poder cumplir este sueño, pero como decíamos al inicio del texto, errores de estrategia (Melbourne), y personales y técnicos (Sakhir), han dado al traste con las aspiraciones de comenzar con buen pie. En todo caso, esta parte tiene solución, máxime cuando Leclerc ha demostrado que tiene capacidad y está en posición de liderar el proyecto 2019 en pista. Otra cosa es que el árbol no nos deje ver el bosque y acabemos aplicando una desmesurada presión sobre el conductor de Montecarlo porque los que tenemos prisa somos nosotros.

Lo mire como lo mire no me parece una gran idea. Charles necesita su propio tiempo y flaco favor le haríamos si se lo arrebatamos. Es deslumbrante, sí, pero no es el salvador de Ferrari ni falta que le hace.

Os leo.

 

Imagen: @Charles_Leclerc