Dicen los expertos que cuando tienes especial interés en un campo determinado, hay ciertas palabras o adjetivos que pueden erizarte la piel, evocarte a otros tiempos a traerte memorias imborrables; en mi caso es Schumacher.
Es oír o leer cualquier noticia sobre Schumacher y automáticamente el aficionado de F1 se eriza y aguarda esperanzas por uno de los principales baluartes de la historia de este deporte, con un rastro y un legado imborrable, algo que esperemos que pueda servir de impulso para una confidencial recuperación que nos tiene el corazón en vilo a los aficionados en general.
El motivo del titulado puede parecer algo poético, pero no esconde otra cosa la oportunidad remota pero factible de que el legado de Michael Schumacher, tras el ocaso de su carrera, pueda resurgir y reafirmarse bajo los mandos de su hijo Mick, el nuevo albor que crece y que nos evoca con cada paso a la carrera de su padre, y lo más loable, ninguno de los ascensos del joven alemán vienen proyectados por la sombra del ‘Káiser’, si no por mérito propio.
Esto vislumbra esperanzas a poder cerrar el ciclo que Michael dejó en Mercedes, dejando la F1 justo antes que los de Brackley empezasen a dominar, aunque muchas lenguas apuntan al ‘Káiser’ como base detrás de muchos avances de la marca alemana durante su estancia y como proyecto posterior.
Da la buena sensación de que un segundo Schumacher viene a rematar la faena y a saldar la deuda de la misma vida con el piloto más laureado de la historia de este deporte. Ojalá los fieles ferraristas puedan volver a alzar prontos sus estandartes con el cavallino suspirando con un nuevo Schumacher dominador, completando el eterno legado en vida que su padre nos ha dejado a la F1 en general. Es por eso por lo que rezamos por pasar del ocaso, al alba.
Imagen: Mick Schumacher
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