En Fórmula 1 la única estrategia buena es la que sale bien. Los análisis pueden dibujar un mundo perfecto durante la carrera pero si las circunstancias no acompañan o los diferentes protagonistas no son capaces de resolverlas adecuadamente una vez el semáforo se ha apagado, la mejor estrategia será papel mojado.
Ferrari tuvo una actuación de 10 en Mónaco. Gestionó impecablemente todos sus recursos, incluso los humanos. Tal vez nos habría gustado a los aficionados que Kimi coronase con una victoria un fin de semana de ensueño, pero, mal que nos pese, las cosas no funcionan así en nuestro deporte porque los intereses del equipo siempre están por encima de los personales.
La Scuderia ha salido fortalecida de la cita monegasca y esa era la prioridad ayer. Lidera la tabla de pilotos y de constructores, y, además, con el doblete en El Principado lanzaba un serio aviso a Mercedes AMG al respecto de que como la anglo-germana siga bajando la guardia continuará mordiendo el polvo. Por si fuese poco, la italiana conseguía un bonito colchón de puntos del que a buen seguro tendrá que tirar cuando comiencen las penalizaciones, pues basta mirar la tabla de componentes cambiados en los coches números 5 y 7 para comprobar que Maranello tiene en la fiabilidad su peor enemigo y que éste acecha si que nadie sepa bien dónde ni cuándo golpeará…
Acepto que pudo parecer feo el evidente sacrificio de Raikkonen al servicio del resultado previsto por Ferrari para la prueba, incluso que poco habría cambiado en el Mundial de Pilotos y Marcas de haber ocurrido que Kimi quedase ayer por delante de Sebastian, pero sincerémonos: todos sabíamos que podía suceder o en la salida o durante el único cambio de gomas. Vettel es el piloto número uno de la rossa y Iceman el número dos, y en este sentido cabe reconocer que Arrivabene movió los hilos para que las órdenes de equipo se notaran lo justo como para no empañar el espectáculo.
Al respecto me gustaría matizar que las órdenes de equipo son imprescindibles en la Fórmula 1.
Los intereses que rodean la actividad son tan grandes y hay tanta gente involucrada que resultaría inviable trabajar sin una dirección clara y unas órdenes precisas. Si se prohibieron después del Gran Premio de Austria de 2002 no fue porque fuesen ilegítimas —de hecho se siguieron usando hasta finales de 2010, momento en que oficialmente vuelven a ser admitidas, mediante subterfugios o mensajes pactados—, sino porque Jean Todt las aplica sobre Rubens Barrichello en un claro caso de abuso de poder que chocaba frontalmente con el espíritu deportivo del espectáculo.
Podríamos debatir largo y tendido sobre este aspecto, pero lo que es seguro, es que antes del Gran Premio de Mónaco 2017 todos los integrantes de la escudería Ferrari sabían cuál era el objetivo para la prueba y qué papel tenían que interpretar para conseguirlo. No estamos por tanto, ante una situación en la que quepan barajar deslealtades o posibles juegos sucios.
El propio Raikkonen deja que Vettel se acerque cuando la ventaja de los coches rojos es incontestable, giros antes del único paso por garajes. Así que si me lo permitís, os diré que donde otros ven que el tetracampeón del mundo reduce distancias con su compañero porque éste no tiene ritmo suficiente, yo veo a dos profesionales que ejecutan lo ordenado en el briefing por Maurizio Arrivabene, porque lo importante ayer era romper la racha de 15 años sin estar arriba del podio, conseguir un doblete, despegar a Hamilton y hacer doblar la rodilla a Brackley.
¿Objetivo cumplido…? En Fórmula 1 esto significa haber aplicado una estrategia de 10.
Os leo.
Imagen: Scuderia Ferrari
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