De nuevo me ha gustado Vettel y me alegro por Sebastian, por sus seguidores y por la afición en general, ya que, entiendo, el piloto de Heppenheim ha vuelto a mostrarnos hoy que ha sabido reencontrarse consigo mismo y no en el punto al que se aupó ganando cuatro campeonatos consecutivos sino en el inmediatamente anterior a su vertiginoso ascenso.
Aquel joven prometedor que mostraba sus espolones venciendo en el Gran Premio de Italia 2008 o que batallaba como un león por encontrar su propio hueco al año siguiente, comenzó a perder buena parte de su garra en pista durante 2010 aunque sería a partir de aquella temporada cuando su nombre sería mundialmente conocido.
Paradojas aparte, su situación en Red Bull, rodeada de algodones, mostró su peor cara como piloto de raza a pesar de que los números decían lo contrario y es por ello que su figura emergente cautivó sobremanera a la gente más joven. Los más viejos del lugar —no todos, desde luego—, entrevimos inmediatamente que sobre Sebastian planeaban demasiadas dudas y que a su alrededor sobraban tanto los algodones que mencionaba antes como una permisividad federativa que clamaba al cielo.
No obstante, incluso aceptando que Charlie Whiting ha vuelto a hacerlo hoy al no sancionar al alemán por su extraña colocación en la parrilla de salida del Gran Premio de China —seguramente a otro piloto le habría acarreado un más que merecido drive troutg porque la hazaña está prohibida por reglamento—, tengo el placer de decir abiertamente que este Vettel me está gustando y lo que es más importante para mí: que me está convenciendo.
Independientemente de su contrastada capacidad para vencer cuando no encontraba contestación en pista, soy de la opinión de que el último año en Milton Keynes y los dos completos que lleva en Maranello han llevado al tetracampeón del mundo a enfrentarse a sí mismo conduciendo plataformas inferiores, lo que a la postre, le ha supuesto recuperar una experiencia imprescindible para todo campeón que se precie de ser llamado así.
Olvidándonos por un momento del relumbre que ofrecen las cifras y los triunfos, nuestros últimos Campeones del Mundo se han demostrado siempre como buenos fajadores en el combate cuerpo a cuerpo porque han pasado años luchando de tú a tú con rivales que conducían, como ellos, por conseguir un puñado de puntos, no más. Michael Schumacher, Fernando Alonso, Kimi Raikkonen, Jenson Button, Lewis Hamilton y Nico Rosberg, cada uno en una etapa concreta de su carrera profesional, sufrieron de lo lindo antes de consolidarse.
Tal vez choque ver a Hamilton en este grupo, pero no podemos olvidar que el de Tewin se atemperó y aprendió a sobrevivir con su coche inmediatamente después de haber logrado su título en 2008, y por ello no me parece descabellado afirmar que sin este aprendizaje forzado por las circuntancias, Lewis no habría sido ni la mitad de Lewis a partir de 2014…
Pues bien, no me extiendo. Esta experiencia imprecindible para todo gran piloto, repito, le ha llegado tarde a Sebastian, concretamente con cuatro coronas bajo el brazo, pero visto lo visto en Melbourne y en Shanghai sólo cabe admitir que ha sabido aprovecharla.
El alemán parece tener por fin las ideas claras sobre el asfalto. Se muestra sólido, agresivo, inteligente y suficiente, pero a la vez evita meterse en fregados que podrían dar al traste con sus aspiraciones. Si me permitís decirlo, por primera vez le veo pensando más en el campeonato que en el resultado de cada prueba.
Sebastian seguirá buscando ser el más rápido el sábado, pero ya no lo necesita como antes.
Os leo.
Imagen: Ferrari F1
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