La Historia de un campesino (segunda parte)
Comienzos de carrera…
Durante el año 1960 hubo un “infausto” giro en los acontecimientos que marcó para siempre la carrera del piloto escocés. Los sueños de gloria de Reg Parnell, listos para ser compartidos con el genio de Jim Clark, jamás hubieran tomado forma.
El equipamiento de Aston Martin tenía un retraso de proporciones bíblicas, y fue el mismo manager rampante a sugerir al piloto escoces de concursar por el equipo Lotus en dos categorías diferentes: Formula 2 y Formula Junior.
A testificar el supremo valor del piloto británico fueron las victorias de 4 de las 5 carreras que disputó, donde una vez más dio prueba – rivalizando en la pista – de su natural actitud de “conquista”.
Poco después, en vísperas del Gran Premio de Holanda de Fórmula Uno, la escudería británica Aston Martin todavía no estaba preparada, y definitivamente tuvo que apartar sus ilusiones por dejar paso a una triste realidad.
Jim Clark se vio obligado a fichar por otro equipo británico inaugurando un idilio capaz de escribir unas de las páginas más importantes de toda la historia del motorsport.
Lotus con el “volcánico” ingeniero y constructor Colin Champan se reunió con Clark, después de una primera toma de contacto no finalizada hace años, y finalmente aquel sueño solo acariciado se convirtió en aquella “utópica realidad” tan anhelada en la fulgida mente del genio británico.
Fórmula Uno…
El 6 junio del año 1960 Clark inauguró con un retiro su carrera en el Gran Premio de los Países Bajos, cuarta cita del calendario. En la vuelta número 42 se rompió la transmisión de su Lotus–Clímax cuando ocupaba la 5 plaza saliendo desde el puesto 11 de la parrilla. Con tan solo 42 vueltas Clark adueñó los aficionados y desde el paddock con grande asombro descubrieron que se trataba de un piloto diferente a los demás.
Su carácter y estilo eran en antítesis con todo lo que se había visto en la pista hasta aquel entonces y su ADN peculiar le distinguía de cualquier otro concursante de aquella maravillosa “locura colectiva”.
Desafortunadamente por el piloto escoces el resto de la temporada no fue concretamente exaltante, causa una Lotus casi nunca competitiva. No obstante eso, en la carrera sucesiva a su debut – que tuvo lugar en el magnífico entorno de Spa-Francorchamps – conquistó sus primeros puntos cruzando la línea de meta en el puesto 5, para luego replicar en el Gran Premio de Francia con el mismo resultado.
Al final de la temporada consiguió su primer pódium en el circuito Boavista en Portugal, saliendo desde el octavo puesto de la parrilla, a pesar de que compitió con un coche reparado rápidamente causa un accidente en las pruebas.
Tras esta primera media temporada con Lotus muchos equipos de Fórmula Uno noquearon a la puerta del piloto escocés, ofreciéndole cifras sensacionales. Clark – honrado de tanta consideración y admiración hacia su persona – rechazó todas las ofertas para fidelizar aquella “química conexión” creada gracias a la “colisión” de dos mentes geniales.
Si porque Chapman-Clark fue un refinado cruce entre un maestro joyero y un diamante en bruto, capaz de concebir una exitosa complicidad jamás reiterada a lo largo de los años.
El nuevo contrato de duración anual firmado con la escudería británica Lotus, acrecentó menormente el peculio del piloto escocés, si comparadas con las demás ofertas, pero igualmente resultó ser sabia escogencia en los años venideros.
Progresando…
En 1961 hubo un intento para frenar las velocidades y gracias al nuevo reglamento se restringieron los motores a 1.5 litros aspirados, fórmula vigente por los sucesivos cinco años. El peso del conjunto piloto-coche se estableció en un mínimo de 450Kg.
La primera temporada completa de Clark al volante de un Formula Uno sirvió como fase de aprendizaje, tanto para él como para un team repleto de ambición pero al mismo tiempo relativamente joven. Bajo criterio razonable los coches ingleses carecían de fiabilidad mecánica y muchos eran los problemas en las carreras más bacheadas.
Los propulsores Climax desprovistos de potencia apropiada limitaban el guerreo de las Lotus 18 a unas trazadas con un layout más lento, donde la habilidad de pilotaje enmascaraba escaseces mecánicas.
No obstante ser un fantástico intérprete en la pista con un estilo único, el botín del piloto escocés sumó – en las 8 etapas del mundial de Fórmula Uno del 1961 – solamente 2 pódium (Holanda y Francia).
Durante las clasificaciones en el circuito holandés de Zandvoort el escocés no logró ir más allá de décimo puesto, con un coche poco competitivo.
Eso no preocupaba demasiado Clark porque cuando vestía su casco azul coronado con visera blanca metamorfoseaba. Quien pudo observarlo desde cerca narraba de él como un “animal” de carrera, capaz de olfatear su presa para encontrar debilidades, y tras una fase de estudio lanzar su ataque para conquistar posiciones.
Fue así que solo una vuelta después Clark gracias a una buena salida y varios adelantamientos ya se encontraba en el cuarto lugar. Entusiasmado por la remontada una vez conquistada la tercera plaza arrojó el guante al más experto piloto estadounidense Phil Hill. Tuvo lugar una larga contienda para el segundo escalón del pódium hasta que Clark tuvo que ondear bandera blanca contra la Ferrari del americano, contentándose de la tercera plaza con vuelta rápida de carrera.
Tal Gran Premio de Zandvoort tuvo la peculiaridad de ver cruzar la línea de meta por todos sus participantes, consiguiendo un nivel de fiabilidad en Formula Uno nunca alcanzado.
En la penúltima cita del mundial del 1961, el circus hacía visita a unas de las carreras más rápidas de siempre. Monza por aquel entonces era conocido como el templo de la velocidad y justo el 10 de septiembre del 1961 fue el infausto escenario de unas de las carreras más catastróficas de toda la historia de la Formula Uno.
Clark fue el desventurado coprotagonista de la muerte del piloto alemán Von Trips, que con su Ferrari 156 llegaba a la carrera italiana como máximo aspirante al título. El piloto escocés tras una discreta clasificación con su Lotus Climax salía desde el séptimo lugar y gracias a una buena salida en tan solo media vuelta se encontraba en el grupo que encabezaba la carrera.
Al final de la segunda vuelta es donde se enmascara la tragedia tras un fatídico contacto. Un grupo de coches – encabezado por el piloto mexicano Ricardo Rodríguez con su Ferrari 156 – se presenta en la frenada de la curva parabólica.
Von Trips empezó poco a poco una maniobra hacia la izquierda poniéndose en trayectoria para preparar la curva parabólica, sin darse cuenta que tenía Clark a medio cuerpo por detrás de él. La rueda posterior izquierda de la Ferrari del alemán se engancha con la rueda anterior derecha del Lotus del escocés.
Los coches enganchados zigzaguean por un trato de pista hasta que despegan poniendo en marcha una tremenda carambola. El coche italiano se lanza a 200 por hora hacia el terraplén y antes de llegar a la redes de protecciones vuelca.
Clark no obstante el trágico accidente, salió milagrosamente ileso del coche aunque evidentemente muy turbado tras el dramático hecho. Incluso sabiendo no ser responsable directo del accidente decidió ocultarlo, dando lugar a muchas recriminaciones. Tras una investigación fue absuelto de todos los cargos ya que el percance fue juzgado como accidente de carrera.
Evidentemente los fantasmas del pasado agobiaron su futuro alterando emocionalmente su mente. Por eso – en la última cita del campeonato mundial de Fórmula Uno del 1961 celebrada en la trazada estadounidense de Watkins Glen – el escocés clasificó en el quinto lugar para luego acabar en el puesto siete tras una anónima carrera.
Definitivamente no fue una temporada gratificante por el piloto escoces sellada por ese amargo epilogo que irónicamente fue el comienzo de la verdadera leyenda.
Final de la segunda parte…
Autor : Alessandro Kamu Arcari / @Berrageiz
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